El siguiente artículo es uno de los resultados del trabajo en el 2020 del Grupo de lectura “Familias (no)todas edípicas” perteneciente al Programa “Cine, Psicoanálisis y Otras miradas” del CIEC. Dos lunes al mes a través de las pantallas de Meet nos encontrábamos para discutir lo que habíamos visto en otras pantallas, las de las películas y las series. No se trataba de un visionado ingenuo, sino que buscábamos activamente lo que los audiovisuales podían decirnos sobre las familias edípicas y sobre aquellas en las que no había regulación simbólica, en las que la norma paterna no funcionaba. Para ajustar mejor nuestra mirada nos valimos de textos muy valiosos sobre el tema que se podrán encontrar en la bibliografía de este artículo. Incluimos también una lista de los audiovisuales que hemos trabajado en el transcurso del año. Invitamos al lector a ver las siguientes películas y a descubrir las soluciones familiares ante la presencia o ausencia de lo edípico, aquel mito favorito de Freud.
Los siguientes escritos, extractos muy reducidos de lo que cada integrante extrajo de un film o series, se ordenan según la siguiente lógica: norma edípica – transgresión – nombre del padre inexistente – arreglos y suplencias.
Norma edípica e histeria
Basada en la novela autobiográfica de la periodista Jannette Walls, El castillo de cristal (Destin Daniel Cretton, 2017) nos introduce en la vida de esta joven mujer que busca insistentemente desembarazarse de un modo de gozar familiar del que ella no quiere participar.
Situamos en el film aquello que podemos ubicar por la vía edípica, en tanto implica la puesta en funcionamiento de la metáfora paterna. Un accidente sufrido de niña confronta a la protagonista al descuido materno. Presa de un gran temor que le impide dormir, toma las palabras de su padre, quien construye alrededor de la herida un sentido: “te acercaste mucho al caos”. A partir de allí, la escritura —introducida por la vía materna— se anuda al significante paterno strong, para devenir en una profesión.
Sin embargo, tendrá que dar ese paso, no sin dificultades y momentos de profunda angustia, que va desde la idealización y posterior rebajamiento del padre, hasta un más allá que la posiciona deseante por fuera de los ideales familiares.
La pére-versión
Esta película francesa busca readaptar, bajo la dirección de Catherine Corsini (2018), la historia narrada en el libro de Christine Angot, llamado Un amour impossible. Un tema y una toma: “Mi historia es una historia familiar” entona una cantante al ritmo del baile de Rachel (Virginie Efira) y Philippe (Niels Schneider). La voz en off de Chantal (Jehnny Beth) reescribe la historia de estos amantes: sus padres. Una serie de desencuentros de clase, tiempos y deseos provocan un distanciamiento-ausencia del padre. Un giro argumentativo conmueve el film. Rachel se entera del abuso sexual de Philippe a su hija. Este acontecimiento trunca el fantasma familiar. Se presentifica un goce por encima de la ley del incesto. Este franqueamiento simbólico nos topa con un imposible de soportar: un real encarnado en una pére-versión. “Un encuentro inevitable”, así enmarcaba Philippe su modo de amar, en una familia (no) toda edípica.
La búsqueda de un sentido
Dark (Netflix: 2017-2020) demuestra cómo sus personajes se encuentran envueltos en una búsqueda constante, aunque infructuosa cada vez, de atrapar lo real e insuflarlo de sentido. La serie sumerge de lleno en la angustia como un real que, como la práctica analítica, introduce la oscuridad del sin sentido. Por otro lado, convoca a un encuentro con el tiempo como imposible, realizando una ilustración vívida de la lógica temporal del inconsciente. Así, resulta enigmático el cruce de cada personaje con su propia persona en otro momento del tiempo; se genera allí algo inconciliable, oscuro, que se rechaza y de lo que se escapa. ¿Podría tratarse de ese goce singular que no se reconoce como propio y se siente como éxtimo? ¿Quién es esa persona que dice ser yo? Dark acerca al incómodo interrogante de lo que desconocemos sobre nosotras/os mismas/os y sobre lo cual preferiríamos evitar hablar.
El secreto de goce
Family Romance (Herzog, 2019) transcurre en Japón y describe a modo de documental ficcionado las actividades de una empresa dedicada a realizar simulaciones mediante actores por contrato para que cumplan roles determinados (padre, madre, amigo) o ficcionar un hecho. Así se suceden diversos relatos atravesados por uno principal que va cobrando vida propia a lo largo del film y que tiene como protagonista a Yuichi Ishii (Yuichi Ishii) quien se hace pasar por el padre de una joven, abandonada a la edad de dos años, y que hoy busca conocer y vincularse. Ficción y realidad comienzan a confundirse en la vida del mismo Yuichi y la pregunta sobre su propia familia sobrevuela el final del film.
¿Qué es una familia?, ¿quiénes la componen?, ¿cómo se construye? En Cosas de familia en el Inconsciente, J.-A. Miller (1993) dice:
La familia tiene su origen en el malentendido, en el desencuentro, en la decepción (…) y no está compuesta (…) sino por el Nombre del Padre, por el deseo de la madre y por los objetos a: (…) los une un no dicho; el secreto acerca de lo que gozan el padre y la madre. (p. 12)
A mi modo de ver, en este film el director intenta hacer foco en las problemáticas existenciales actuales como la soledad, el desamparo, la discriminación, el olvido y los modos de arreglárselas en una sociedad donde ya no es tanto la Metáfora Paterna la que forma familia, sino que es el secreto lo que viene a su lugar, el secreto de goce y los semblantes: padre, madre, amigo, etc., sustituciones que intentan construir un relato más soportable.
El cuerpo
Fish Tank (Andrea Arnold, 2009) presenta a Mia (Katie Jarvis), una adolescente que vive junto a su madre y su hermana menor, en una cotidianeidad atravesada por gritos e insultos. Mia parece no conmoverse con nada. Sin embargo, a lo largo del film la vemos bailar. La danza se presenta como lo que instaura una pausa a su desenfreno, permitiendo luego, el lazo con otros. ¿A qué lugar viene el baile para Mia?, ¿como arreglo subjetivo, como tratamiento de un real?
En un momento, se encuentra en la cocina con el novio de su madre y la observa bailar: “bailas como un negro”, le dice. Ese reconocimiento algo conmueve. El baile deja de ser solitario para pasar a ser con otros. La adolescencia es un momento en el que se abren interrogantes y se presentan enigmas: el sujeto busca respuestas a una forma de goce que le es extraño y para el que no encuentra un saber. Los lazos familiares pueden facilitar esos arreglos y orientar cómo relacionarse con el otro, pero ¿qué pasa cuando el sujeto no puede servirse de lo familiar? ¿puede un encuentro contingente posibilitar esa invención?
El que se roba el goce
En Juste la fin du monde (Xavier Dolan, 2016), Louis (Gaspard Ulliel) se alejó por años de su familia e hizo una carrera exitosa en otra ciudad. A sus treinta y cuatro años, una enfermedad lo obliga a volver para anunciarles que morirá. El encuentro resulta sofocante: Louis se encuentra con toda suerte de reclamos, desde los más sufrientes y seductores hasta los más violentos. Ese mito del Edipo que Freud usó para novelar la pérdida del goce sirve aquí para ubicar en Luois el significante fálico con respecto a su madre y sus hermanos. Sobrevuela la ilusión de que él lo tiene todo gracias a que ellos no tienen nada. Es así que transcurre la cinta sin que Louis logre contarles su secreto, pero esto ya no importa. En lo que a él respecta, ya ha aceptado su duelo. En cambio, consiente a ser el depositario de las fantasías familiares y les ofrece semblante: “tres palabras y una sonrisita”, ciñéndose a las palabras de su madre.
Filmografía:
Un amor imposible (Corsini, 2018).
Asuntos de Familia (Koreeda, 2018).
Parasite (Joon-ho, 2019).
Tarnation (Caouette, 2003).
El castillo de cristal (Cretton, 2017).
Fish tank (Arnold, 2009).
Juste la fin du monde (Dolan, 2016).
Family Romance (Herzog, 2019).
Le prénom (de la Patelliere y Delaporte, 2012).
Dark (Odar y Friese, 2017).
Years and Years (Davies, 2019).
Breaking Bad (AMC: 2008-2013).
 
											
				