SUCCESSION, LA FUNDI/ACIÓN DEL PATER

ALEJANDRO WILLINGTON
Psicoanalista en Córdoba, Argentina

¿Quién es Logan, el padre, el personaje central de la fabulosa serie de HBO Succession (HBO: 2018-)? Esta pregunta parece, por momentos, acosar a sus cuatro hijos, personajes fundamentales también de la trama. Para el primogénito, Connor, se trata de construir un padre normal o intrascendente, para un sujeto consagrado a la intrascendencia un padre muy imaginario, normalizado. Recordemos que la única pretensión de Connor es, al parecer, figurar en las fotos familiares. Luego viene Kendal, el hijo desafiante del inicio, luego destrozado por Logan, hasta el instante final de la segunda temporada. Ken es un despojo humano, un resto, atormentado por culpas y fracasos, ante un padre muy real, que de ninguna manera se deja matar. Es quizás solo con Shiv, la hija mujer, con quien podríamos ubicar un padre con destellos amorosos, destellos fugaces de una promesa fálica, por supuesto, fallida. Finalmente, con Roman, el pequeño cínico, se configura un padre que es un puro instrumento de la conveniencia del sujeto en cada ocasión. Respuestas que cada personaje ensaya o construye ante un padre enigmático, esquivo, del que nunca sabemos demasiado, numerosas son las escenas en donde los hijos están en ascuas esperando la decisión de un Logan indescifrable. Hay algo en el personaje de este pater que no se deja apresar por coordenadas simbólicas que nos permitan siquiera ensayar un cálculo, aunque fallido, del personaje y sus decisiones. Entonces, ¿quién es Logan?, ¿cuánto de pater hay en él? O, en todo caso, ¿qué versión paradigmática del pater es la que Succession nos trae? Una versión dura, compleja, por momentos insoportable, difícil de cernir. La fuerza de este enigma, creemos, tiene mucho que ver con el éxito de una serie que, por lo demás, no deja de transitar por circuitos narrativos bastante remanidos.

¿Se trata de la estructura edípica típica, con la noción de identificación operando de un modo central, tal como lo describe Sigmund Freud? ¿Cabe pensar a los hijos identificados a distintos trazos de un padre simbólico, que logra así transmitir una versión de la ley, y por ende de la castración? Las dimensiones típicas de la ley y de la castración no parecen tallar demasiado en el funcionamiento de una familia que, más bien, se ajusta en sus coordenadas mucho más a la lógica de una empresa que a la de una familia patriarcal tradicional. Como sea, ese pater no deja de ser la figura central y necesaria de la serie, moribundo al inicio se va tornando cada vez un personaje más central y necesario. Así, tal como se lo pregunta Lacan en el Seminario O peor, ¿cuál es la relación entre la existencia y la necesidad de esa función?: “¿En qué es necesario ese Ǝx? […, debemos admitir ese necesario] hay al menos uno de ellos que dice no. […] Es la función del e-pater” (2012 [1971-1972], pp. 203-204). El e-pater del que habla Lacan no es una versión digital del mismo, el equívoco al que apunta resuena con el verbo francés épater, impactar, impresionar, pasmar, funciones o más efectos de una versión del padre más modesta o pragmática que la del clásico padre agente de la ley. Logan impacta, de eso estamos seguros. Por eso esperamos con ansias la tercera temporada. Tanto a sus hijos como a nosotros mismos como espectadores. Impacta algo del personaje, impresiona como pater. Impacta a algunos, aplasta a otros. Funda a algunos, y funde a otros. Es cierto, también hablamos de Connor, el hijo intrascendente o normal que no parece estar demasiado impactado por ese padre, o el cínico Roman, muy poco pasmado. Diferentes versiones de un pater acomodado al uso de cada sujeto, muy lejos del padre legislador que en su extremo pudo producir, en los tiempos victorianos de Freud, un sujeto como Schreber. Lacan (2012 [1971-1972]) sitúa con precisión este trayecto:

Se interrogó mucho la función del pater familias. […] Hay una crisis, es un hecho, no es totalmente falso. En síntesis, el e-pater ya no nos impacta. Esa es la única función verdaderamente decisiva del padre. Ya señalé que no era el Edipo, que estaba liquidado, que si el padre era un legislador, el niño resultante era el presidente Schreber, nada más. (p. 204).

Encontramos en los personajes sujetos impactados (Shiv), cuya vida pasa a girar alrededor de las esquirlas de ese padre, otros hasta aplastados (Ken), por un padre ruin por momentos demasiado real. Versiones del padre más allá del legislador, que garantizaría o bien la psicosis si se identifica a la ley, o bien la neurosis si permite ser atravesado por ella e instaura con su deseo una transmisión. Ninguna garantía pareciera desprenderse de este e-pater, sino efectos contingentes para cada sujeto de la familia, esa “manada de esclavos” de la que habla Lacan (2012 [1971-1972], p. 204), expresión que se ajusta muy bien a los Logan, algunos impactados, otros pasmados o aplastados, o bien indiferentes e intrascendentes, puesto que “si el padre ya no impacta a la familia, naturalmente se encontrará algo mejor.” (p. 204). Logan, un padre fundido, nos enteramos de eso al inicio, cuando ante la inminencia de su muerte comienzan a salir los trapitos al sol; ello no obsta que, desde esa posición fundida o ruin, no funde también, no provoque efectos, no constituya el enigma central de la trama. Aun así, fundido: “ya se los había explicado la vez pasada al comenzar por fundir o fundar con ellos dos un Uno. […] Para fundar, hay que fundir.” (Lacan, 2012 [1971-1972], p. 204).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Lacan, J. (2012 [1971-1972]) “O peor” en El Seminario de Jacques Lacan. Libro 19, Buenos Aires: Paidós.