EL EMPUJE AL ESTRELLATO

RICARDO SELDES
Psicoanalista AME en Buenos Aires, Argentina

¿Qué es una Star? ¿Cuál ha sido su producción?

Para la Star, la escena es su mundo y el mundo le exige obediencia. Debe entregarse a su público en cuerpo y alma.

En psicoanálisis tenemos nuestras escenas. El fantasma es la matriz a partir de la cual obtenemos sentidos. Si en el análisis logramos sustraer el fantasma del semblante, nos queda un modo de gozar, o sea que el modo de goce es el nombre del fantasma una vez que se lo ha despojado del escenario y la escena. ¿Y el goce de la Star?

Star System

Toda cultura produce malestar y eso produce reacciones. Los discursos son la cultura, el medio por el que estamos incluidos o excluidos, somos sus efectos, constituyen nuestros gustos, arman los semblantes, los lazos, las formas de goce.

The Star puede ser un síntoma, también un sinthome, es algo a develar uno por uno. ¿Las Stars son exhibicionistas per se o porque el mundo es omnivoyeur?

The Star es la diva, la divina. El término se aplicaba a las principales cantantes de ópera, generaban fascinación y se situaban por sobre el resto de la gente, eran divinidades. Su personalidad especial, su carisma sumado a las aptitudes artísticas, provocaban que sus admiradores las idolatren. Audrey Hepburn, Marlene Dietrich, Greta Garbo y Elizabeth Taylor son algunas de las divas más conocidas de la historia. The Star también es la femme fatale una villana que usa la sexualidad para atrapar al desventurado héroe. Se la suele representar como sexualmente insaciable. Aunque suelen ser malvadas, antiheroínas pueden transformarse en heroínas. Un personaje que constantemente cruza la línea entre la bondad y la maldad sin escrúpulos sería el prototipo de la voluntad femenina sin límite. Además de la vampiresa, tenemos a la chica virginal, otra versión de la Star. También encarna el capricho femenino. El cine, que reemplazó al vodeville, hizo famosas a las Stars. O mejor dicho, fue la industria del cine la que creó el Star System en Hollywood, un complejo mecanismo de la década de los años locos.

El logo de la Paramount exaltaba desde el inicio de la presentación, sus 20 o 30 estrellas, aunque fue la Metro Goldwyn Meyer, hoy comprada por Amazon, la que instituyó el método de contratar por algunos años a grandes intérpretes para asegurar el trabajo bajo su marca. En el mundo del espectáculo, una estrella es una figura que debe gozar de gran popularidad entre el público y/o la crítica. El origen de la expresión “The Star” no está muy claro, aunque se dice que nació en la productora MGM que afirmaba que tenía “más estrellas que el cielo”, en relación a la cantidad de actores y actrices a los que había contratado. Dicho contrato incluía manejar su imagen y sus presentaciones públicas más allá del acontecimiento película: sus amores, la familia, el semblante de su modalidad de goce. No cualquiera podía acceder a ese lugar.

En 1970, Edgar Morin aseguró refiriéndose a este sistema: “La estrella es el producto de una dialéctica de la personalidad: un actor impone su personalidad a sus héroes y sus héroes imponen su personalidad al actor. De esta sobreimpresión nace un ser mixto: la estrella”.

Sus vidas deben ser distintas a las de los mortales, se las adora, se las admira originalmente nadie pensaba en parecerse a ellos. Eran grandes arquetipos: la pasión del amor de Greta Garbo, la femme fatal de Marlene Dietrich, la muchacha siempre joven de Mary Pickford.

Recién en la década del 30 cuando el cine dejó de ser mudo y los personajes más parecidos a la vida cotidiana, las estrellas se acercaron a la tierra, se las vio con sentimientos, aunque se diferencien de todo el mundo por su destino excepcional, su participación deslumbrante en las grandes fiestas, la intensidad de su vida amorosa (Morin, 1964).

Las estrellas obtienen una doble sustancia: una divina, donde se proyectan los sueños que la humanidad cotidiana no puede hacer, y algo de la misma materia de los mortales. Más tarde se transformarán en modelos, se los imitará, se volverán los guías, su palabra sagrada. No serán más el paradigma de la pasión fatal, la locura del sexo, la pureza sin mácula, deben luchar para alcanzar el amor y la felicidad: será la época del happy end. Entre el 40 y el 55 las estrellas se humanizaron peligrosamente y arriesgaron a perder su fascinación.

Hollywood crea un nuevo tipo, el héroe masculino sin escrúpulos, la heroína es una muñeca de amor. Detrás de la brutalidad había un santo, bajo el semblante duro o la mujer fatal había un precioso candor. Humphrey Bogart encarnará al Halcón Maltés, Rita Hayworth será la “good-bad girl” aparentemente malvada, su personaje de Gilda fue promocionado con estas palabras: “Nunca hubo una mujer como Gilda”, es la silueta que promocionó la Comisión de la Gran Conversación de la AMP 2022.

La Star System hace aparecer luego a Marilyn, a Gina, a Sophia y a Brigitte. No es preciso que mencione sus apellidos. Son íconos, es la personalidad de doble sustancia, humanas y divinas, virginales y prostitutas.

El sacrificio de las Stars

El Star System entra en crisis. Si en los 30 la Star era la imagen de la felicidad, en los 60 es su imposibilidad… Las estrellas no son más dioses ni semidioses, tienen una vida dura, terrible. Aparece el cine de autor donde el realizador es el primer personaje, la estrella. Cine de gran espectáculos, Cinerama, películas exóticas, larguísimas, antiguas o westerns. Luego vendrán los grandes directores que atraerán más que sus protagonistas. Hay nueva floración de estrellas en el mundo y sus destinos se vuelve un espectáculo cotidiano pero ya no son solo los performers.

Estrellato quizás sea el sustituto de la monarquía en la democracia. El mundo se puebla de Stars, bellas princesas, Grace Kelly logrará el upgrade deseado por muchas y al mismo tiempo que se une a ellas le espera un destino trágico. Lady Di y sus paparazzis, también víctima de la avidez de quienes exigen de ellas lo que ellas no pueden. El mundo de estrellas se traslada al deporte, Maradona, Muhammad Ali, Michael Jordan, los mejores por lejos, líderes indiscutibles de un poder fálico que sustituye al Otro que no existe. Aparecen las star-rocks con sus invenciones incomparables y la demostración en muchos casos de lo insoportable de la expectativa de sus fans, que las castra sin piedad y les producen el llamado a los objetos de goce para compensar la falta. Che vuoi?  Es la pregunta de la angustia. ¿Tendré lo necesario para satisfacer esa demanda ilimitada, oscura, impredecible?

The Star tiene un prestigio y las vicisitudes de sus vidas, sus fracasos en el amor, su vida disipada, sus excesos seguramente necesarios para sostener cierta libertad subjetiva, no solamente es comprendida, sino que ensalza aún la fama (femme-a) de la Star. La fama feminiza. Conviene distinguirla del prestigio ya que este es el resultado de hacerse de un nombre entre pares.

El uso de la fama sirve también a los efectos de responder a la exigencia de que el Otro exista. A diferencia de los héroes, las estrellas no se sacrifican por una causa. La estrella es manufacturada pero su talento le asegura el brillo propio.

Edgar Morin (1964) planteó que es la insuficiencia de nuestras vidas, de nuestras intimidades, de nuestros vacíos, los que nos llevan a adorar a las estrellas, a hablar de sus hazañas imaginarias y de una vida privada supuestamente verídica, cuando las productoras se las arman para el público.

Las Stars de hoy ¿serán la raza, la nación, el estado, la grieta política, el dinero, la opinión pública?

Estarificación y escarificación

El plus de gozar que las Stars producen, ese goce del exceso y la transgresión son productos del régimen fálico. Esto no es territorio exclusivo de las mujeres, sin embargo, coincidimos en la expresión “la feminización del mundo”. Es la consecuencia para el psicoanálisis de que el Otro no existe, que La mujer no existe. Frente ese real hay respuestas multiplicadas.

¿Qué son las estrellas ahora? ¿Quiénes encarnan las Rock stars del S XXI?

Un nuevo fenómeno, las celebrities, son los influencers erigidos por el “Like”, por quienes depositan en ellos el brillo que les falta. Son efímeros, obsoletos. Deben dar credibilidad, asumen, a veces burlonamente, el lugar del sujeto supuesto saber. Su decir es adoptado por sus seguidores incluso peligrosamente, llegan a tocar la pulsión de muerte en sujetos particularmente débiles. Movilizan opiniones, ocupan un lugar de poder en tanto logran una sutura sólida entre el significante y el significado, sin lugar al equívoco, producen una alienación máxima, crean reacciones que cuentan sobre temáticas corrientes. Pueden transformarse en lideres de opinión y figuras mediáticas en cualquier disciplina o sector. No necesariamente son conocidos o famosos previamente. Se cree en ellos ciegamente, plantan un semblante de expertise indiscutible, conocen las nuevas tendencias y han conseguido hacerse escuchar gracias a los blogs y las redes. Los hace prescriptores ideales para las marcas. Exhiben la moda y qué productos comprar. Hay blogueros, instagrameros, tweeteros, youtubers, tiktokers, atracciones que responden también a los algoritmos. Evidencian que lo que se juega en la inexistencia del Otro es su reducción al semblante. Eso promueve una inflación narcisista generalizada en un mundo lleno de dobles del yo. Esta exaltación y caída veloz de los semblantes, en un mundo notodista en donde cada uno puede querer promoverse al lugar del Otro, deja de lado los ideales para asegurar el derecho a gozar.

El psicoanálisis acentúa lo singular de la modalidad de goce de cada quien, se sustituye la identidad ilusoria del sujeto por su identidad de goce, la identidad que tiene de su síntoma, donde se revela lo más real del ser. Se trata de disminuir el displacer que el goce causa y aumentar el placer del que es capaz el goce. Eso se obtiene con arreglos que permitan estar más cómodos con el síntoma.

S.O.S. (Starification Object Series) es el título de la obra de una artista feminista de la segunda generación, Hanna Wilke quien en los 70 posó semidesnuda para una serie de fotografías en blanco y negro, adoptando con su propia belleza y sensualidad los atavíos y las actitudes de las Stars femeninas. Su torso aparecía marcado con cicatrices realizadas con goma de mascar en forma de pequeñas vulvas, que interrumpen la mirada ansiosa del espectador, la agujerea, y llama la atención sobre la cosificación de los cuerpos femeninos.

Wilke relacionó discretamente esas cicatrices con la conciencia del exterminio nazi. Sus posturas exageran y satirizan los valores culturales estadounidenses de la belleza femenina y la moda, así como una insinuación y un interés en la escarificación como ceremonia cruel o, 50 años después, la violenta práctica de cortes en el cuerpo entre los adolescentes. El goce de la Star queda indicado entre Starification y Scarification, Estarificación y Escarificación.

Para concluir

¿Hay Stars en el medio psicoanalítico?

En nuestra comunidad hay maneras más o menos desconocidas de constatarlo. Puede existir algún colega que con las mejores intenciones quiera producir un fenómeno de “one man show” (or woman) al promover a otro, a dar una conferencia ante millares de personas. Eso exige al conferencista que deba encontrar algún modo de compensar su castración con la asunción de su nombre propio o la erección de su cuerpo, en una situación performática para la que los analistas quizás no estemos tan preparados. Pueden encontrar las referencias en la Conferencia de J-A. Miller en el Teatro Coliseo de Buenos Aires en 2008.

Un verdadero Star System que estandarizaría voluntades sin aceptar el deseo de no-más estrella, tal como ha sucedido con una diva excepcional como Greta Garbo quien finalmente asumió su deseo de ocultarse, de permanecer discreta. Miller utilizó el significante “Starification”, que incluye la partícula Star, junto con la ficación mencionada por Lacan en el Seminario 23 (1975-1976 [2010]).  Nosotros agregamos la “Scarification” de Wilke, en la acción de introducir escaras/cicatrices en la piel para arruinar en su perfomance la bella forma y denunciar la glorificación de un narcisismo inflamado por un estrellato indeseable.

El goce de la estrella nos acecha en la comunidad donde la experiencia analizante nos produce la cicatriz de ser todos iguales, frente al no saber del inconsciente.

Referencias:

Lacan, J. (1975-1976 [2010]) El sinthome. Buenos Aires: Paidós.

Miller. J-A. (2008). Conferencia en el Teatro Coliseo en Conferencias Porteñas. Buenos Aires: Paidós.

Morin, E, (1964) Las estrellas de cine. Buenos Aires: EUDEBA.